Aunque en Cuba insistieran en llamarlo el Gallego
Manolo, como a todos los españoles que por décadas y siglos se habían asentado
en la isla, siempre que podía el viejo Manuel Mejido les aclaraba: “Asturiano.
Soy asturiano”. Y no lo hacía porque considerara que ser asturiano fuese mejor
que ser gallego, o catalán, o andaluz, sino porque, a pesar de haber vivido
tantos años lejos de su terruño, en cada ocasión en que se le despertaba la
nostalgia, sus recuerdos más ingobernables reavivan la memoria de aquel
pueblito asturiano donde había nacido y al cual, algún día, regresaría para
completar el ciclo de la vida. Porque Manuel Mejido aspiraba a descansar en la
misma tierra donde había nacido, al igual que sus tres hermanos: José, Luis, y
María. Luis moriría tres años después de que Manuel y María emigrasen a Cuba
con su tío Andrés. José, el mayor de los cuatro, se quedó en el pueblo para
ayudar a sus padres, tanto en las tareas del campo como con el ganado.
Lo último
que Manuel Mejido recordaba de su marcha de Asturias fueron las palabras de su
madre: “Adiós, hijos míos, que ya nunca os volveré a ver”. Pero también a su
memoria, a pesar de los muchos años ya transcurridos, le venían algunas
imágenes de aquel hermoso pueblo donde había pasado una maravillosa infancia:
Prieres, una pequeña aldea situada en el concejo de Caso. Manuel recordaba con
nostalgia la belleza de su pueblo; una aldea rodeada de montañas, hayedos y
verdes prados. Prieres era un pueblo poco habitado, aunque había muchos hórreos
en los cuales se guardaban alimentos para alejarlos de los animales. Además,
diré que las casas eran principalmente de piedra. Y la cuadra, que se
encontraba anexa a la casa, se usaba como baño para las necesidades mayores
puesto que para lavarse se usaba una palancana donde se echaba el agua recogida
en la fuente.
Manuel y
María, mellizos y que apenas tenían 10 años, se fueron a Cuba con su tío
Andrés, hermano de su padre Francisco. Se dirigieron a Francia a principios de
agosto de 1936, cuando acababa de estallar la guerra civil española. Allí
estuvieron cerca de tres meses, pero luego embarcaron rumbo a Cuba donde les
recibiría Carlos, un primo de Andrés y Francisco. Una vez allí, él les alojó en
su casa de la Habana. Carlos era propietario de una imprenta muy importante en
Cuba y, por lo tanto, estaba bien situado económicamente. Andrés fue colocado
en un puesto de cierta importancia dentro de la imprenta; y a los niños, Manuel
y María, los matriculó en un buen colegio.
Habían pasado
tres años, cuando los mellizos recibieron una carta en la que les comunicaban
una fatal noticia: su hermano Luis había fallecido. Luis, que hubiese cumplido
21 años el 14 de noviembre, había sido fusilado por los fascistas, el 27 de
octubre de 1939, acusado de pertenecer a los maquis. La carta la había escrito
José, el hermano mayor. En ella también decía que sus padres estaban bien,
aunque mentía un poco para no preocuparles, puesto que su madre se encontraba
bastante enferma. Fallecería dos años mas tarde.
Los mellizos
fueron a la universidad y se decantaron por estudiar periodismo. Eran muy
buenos estudiantes por lo que acabaron sus carreras con matrícula de honor, de
ahí que algunos dueños de los periódicos más importantes del país les
ofreciesen trabajar para ellos. Pero los hermanos no estaban dispuestos a
escribir en diarios al servicio del dictador Fulgencio Batista, aunque sí
aceptaron trabajar en otro de menor importancia cuyo dueño era español. A los
pocos días, ya ocupaban una pequeña mesa cada uno, en una planta de un viejo
edificio casi en ruinas. Estaban muy contentos porque en el diario se escribía
mucho sobre lo que acontecía en España, por lo que estaban más vinculados a su
país y, por añadidura, a su Asturias querida.
El periódico
se mudó a un edificio recién construido y con todo tipo de comodidades y
adelantos para un mejor funcionamiento. Además, su tío Andrés estaba al cargo
de la imprenta, y Manuel y María eran los propietarios.
Habían
pasado 15 años, durante los cuales en el país hubo una revolución, en la que se
haría con el poder Fidel Castro, quien intervino unos pocos periódicos y
emisoras de radio que estaban al servicio del dictador Batista. Sin embargo,
donde trabajaban los hermanos Mejido, que ahora se llamaba “Asturias Cerca”,
siguió publicándose ya que sobre todo informaba de lo que acontecía en España y
particularmente en Asturias y no se metía en política.
Manuel
falleció a la edad de 80 años y, aunque su vida había estado colmada de
felicidad, ya que trabajó en lo que más le gustaba, se casó y tuvo dos hijos,
hubo algo que no pudo conseguir, descansar en su pueblito asturiano.
Su hermana
María, que seguía soltera, junto con los dos hijos de su hermano, llevaron sus
cenizas a Prieres, ese pueblito asturiano del que Manuel siempre hablaba y
describía con tanto detalle y cariño a sus hijos.
DESCANSA EN PAZ, MANUEL.
Ester Martín Méndez. 2º de
Bachillerato.
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