"LLa lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes a lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes

miércoles, 18 de noviembre de 2015

PUNTO Y SEGUIDO CON LEONARDO PADURA: HASTA EL ÚLTIMO ALIENTO


Aunque en Cuba insistieran en llamarlo el Gallego Manolo, como a todos los españoles que por décadas y siglos se habían asentado en la isla, siempre que podía el viejo Manuel Mejido les aclaraba: “Asturiano. Soy asturiano”. Y no lo hacía porque considerara que ser asturiano fuese mejor que ser gallego, o catalán o andaluz, sino porque, a pesar de haber vivido tantos años lejos de su terruño, en cada ocasión en que se le despertaba la nostalgia, sus recuerdos más ingobernables reavivan la memoria de aquel pueblito asturiano donde había nacido y al cual, algún día, algún día, regresaría para completar el ciclo de la vida. Porque Manuel Mejido aspiraba a descansar en la misma tierra donde había nacido…

-¿Y lo consiguió? Abuelo, ¿lo logró?

-No seas ansiosa, todo a su debido tiempo, solo he leído la primera hoja, está escrita por un tal Leonardo. Eso sí, antes de seguir con la historia deberíamos preparar un poco de leche caliente con galletas.  ¿Qué te parece?

-¡Perfecto! Abuelo, ¿dónde compraste ese libro?

-No lo compré, cariño, este libro  lo escribió el propio Manuel Mejido.

-Así que existió.

-Claro, redactó este diario durante su viaje desde Cuba hasta aquí, hasta Asturias.

-¿Y por qué lo tenemos nosotros?

-Pues verás, tu bisabuelo era muy amigo de Manuel y este le entregó el libro poco antes de morir. De hecho, esta historia que yo te voy a leer me la contaba todos los días el bisabuelo cuando me iba ir a la cama.

Sonó el pitido del microondas, la leche ya estaba caliente. Prepararon las galletas y se fueron al salón.  El abuelo abrió el libro.

-Cariño, si hay algo que no entiendas, me avisas, paro, y te lo explico. ¿De acuerdo?

-Claro, abuelo.

-Pues vamos allá. “Antes de empezar, quiero agradecer a Enrique su grandiosa introducción. Ahora sí, empecemos.

Primer día de mi travesía. Ya me encuentro en La Habana. Solo cuento con doscientos pesos cubanos para realizar el viaje, además de mi maleta con ropa y mis pastillas. Mi primer objetivo es salir de Cuba lo más rápido posible, para ello me colaré en un barco que se dirige a Miami. Ya he perdido mucho peso, el cáncer está haciendo mella en mi cuerpo, pero lograré llegar a mi tierra.”

-Jolín, pobre. Espero que lo consiga.

-Vamos a averiguarlo. 

“Mientras espero a que llegue el barco me vienen a la memoria recuerdos de Asturias. Mi madre y mi padre atendiendo el ganado, era precioso.”

-Mira, abuelo, parece que estaba llorando cuando escribió esto.

-¿Por qué lo dices?

-Porque hay pequeñas marcas de gotas de agua que pueden ser lágrimas.

-¡Es verdad, eres igual de observadora que tu padre! Sigamos. 

“Ya estoy dentro del barco. Me conseguí colar a través de la bodega. Espero que no se me haga muy largo el viaje hasta Miami. Desde aquí puedo oír las conversaciones de la gente de arriba. Ya me había acostumbrado al cubano, pero hay una palabra que me sigue pareciendo igual de curiosa desde el primer día que la oí, comepinga.”

-Abuelo, ¿qué significa comepinga?

-Es un sinónimo de gilipollas.

-Vale.

       -Perfecto, continuemos. 

“Ya he llegado a Miami. Es una ciudad bonita aunque no iguala a mi tierra ni por asomo. Estoy en el puerto esperando  un barco que me llevará a Huelva. La señora que me vendió el billete me contó que la mayoría de gente es española, así que me sentiré como en casa.”

-Mira, cariño, en el libro hay una postal de Miami.

-¡Qué bonito!

-¿Seguimos?

-Claro, abuelo.

-Perfecto. 

“Me encuentro en el puerto dispuesto a coger el barco, la señora tenía razón, hay mucho español. Me siento un poco mareado, pero es por el efecto de las pastillas, espero que el movimiento de la marea no lo empeore. No sé cuánto durará el trayecto, pero lo que sí sé es que se me hará larguísimo. Cuando llegue a Huelva, tendré que buscar la manera de llegar a Mieres, mi Mieres.”

-Abuelo, ¿cuánto hay de Miami hasta Huelva?

-Hay unos seis mil kilómetros.

-¡Ostras! Eso es mucho.

-Sí, sí que lo es. Continuemos. 

“Ya estoy en mi camarote, lo comparto con un hombre muy majo, se llama Ramón Antonio García Lázaro y va para Asturias como yo. Me ha ofrecido la posibilidad de viajar con él y su hermano, que le está esperando en Huelva. He accedido sin pensármelo; ¡qué mejor que realizar esta travesía con un paisano de la tierrina!”

-Abuelo, ¡es el bisabuelo, es el compañero de camarote de Manuel Mejido!

-Exacto, por eso el bisabuelo tenía este libro.

-Continúa, abuelo.

-Vamos allá. 

“Hace mucho que no escribo, pero es que me siento muy débil, no sé si lo conseguiré. Estamos llegando al final del viaje, ya veo Huelva en el horizonte. Ya me encuentro en el coche con Ramón Antonio y su hermano. Ya no queda nada.”

-¡Lo va a conseguir! Sigue, abuelo, quiero ver qué pasa.

“Ya estamos en el puerto de Pajares, estoy emocionado: ¡por fin voy a regresar a mi tierra! Es la mejor sensación que se pueda imaginar.”

-Fíjate, abuelo, aquí cambia la letra.

-Sí, es la letra de tu bisabuelo.

-Lee,  a ver qué pasa. ¡Qué nervios!

“Asturias es un paraíso que dibuja la sonrisa a cualquier persona. Mi amigo Manuel venía desde un lugar muy lejano, logró superar un largo viaje con un cáncer acechando su vida. La Parca le dejó pisar por primera, y por última vez, en muchos años, su maravillosa villa, Mieres, y se desvaneció, al igual que Argos al reconocer a su amo. Lo único que me hace estar en paz es saber que Manuel murió feliz y que donde quiera que esté, estará oliendo, viendo, escuchando y sintiendo a su tierrina, Asturias.”

- Jolín, qué bonito.

-No llores, cariño. Manuel murió donde él quería, en su casa, en su tierra, en su Asturias.



Paloma Labajos Pérez. 4º de ESO

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