"LLa lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes a lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes

lunes, 19 de marzo de 2018

LA VIDA SIGUE



Voy a contaros la historia más triste jamás contada...

Tenía una vida perfecta; un marido, Pedro, que me quería y dos hijas maravillosas: Celeste, de cinco años, y Marina, de dieciséis, pero la burbuja de la felicidad se rompió.

Celeste era muy alegre, pero llevaba unos días tristes y sin ganas de jugar, no comía y se quejaba de la barriga. Esto no era muy normal en ella, así que decidimos llevarla al pediatra. Ese día, le mandó hacer una serie de pruebas y después de unas horas tuvimos el resultado, Celeste tenía cáncer.

Al principio no nos lo podíamos creer, nos preguntábamos cómo podía pasarnos esto. Nos explicaron el tratamiento que iba a tener que poner Celeste y que empezaría inmediatamente.
Las siguientes semanas fueron horribles, yo me quedé con ella en el hospital, se le caía el pelo, vomitaba, se quejaba... pero poco a poco Celeste fue respondiendo al tratamiento. Le dieron el alta y volvió a casa. Celeste pudo regresar al colegio, pero fue duro. Su profesora y sus compañeros le hicieron una fiesta de bienvenida, pero no todos la trataban igual; algunos, al verla sin pelo, se metían con ella llamándola ''bicho raro'' y Celeste volvía del cole llorando. Fui a hablar con la directora y decidimos dar una charla a los niños de lo que es el cáncer. Parece que sirvió y las cosas mejoraron.

Todo ese tiempo estuve tan preocupada por Celeste que no me di cuenta de que mi otra hija sufría. Marina siempre había sido muy sensible y cuando a su hermana le diagnosticaron el cáncer su vida cambió. Me veía a mí y a su padre sufriendo tanto que no nos decía nada y se apoyó en su mejor amiga, Sara, y en su novio Marco, con el que llevaba saliendo unos meses.
Un día que llegábamos del hospital de una revisión de Celeste, me la encontré triste y llorando en su habitación. Me puse a hablar con ella; al principio pensé que era por su hermana pero luego me contó que Sara y Marco la habían engañado, los había encontrado besándose. Se sentía tan herida y traicionada que yo no sabía cómo ayudarla, así que intenté quitarle importancia al asunto, pero sabía lo que dolía la traición del primer amor. Sin embargo, con el paso del tiempo, Marina lo fue superando.

Los meses iban pasando entre revisiones de Celeste en el hospital y nuestro día a día. Yo había dejado de trabajar tras el diagnóstico de la enfermedad de Celeste y mi relación con mi marido no pasaba por el mejor momento, cualquier detalle nos hacía discutir. En una de las revisiones, tuvimos otra mala noticia: el cáncer de Celeste volvía a aparecer. Esto significaba volver al hospital otra vez, ver a Celeste pasarlo mal, etc.

Eso dañó más nuestra relación; entonces ya ni nos hablábamos. Una de las veces en que Pedro vino al hospital para estar con Celeste tuvimos una discusión muy fuerte y él se fue muy cabreado. Ese día llovía, había mucha niebla... y al cabo de unas horas mi teléfono sonó y me comunicaron que se había producido un accidente de varios coches y Pedro había muerto. No podía ser verdad, me sentía culpable y me preguntaba cómo iba a explicarles esto a mis hijas si ellas adoraban a su padre.

El día del entierro fue un día frío y triste; a Celeste no le había dicho nada pero Marina estuvo a mi lado, aunque yo sentía que ella me culpaba de la muerte de su padre.

Creía que las cosas no podían ir a peor pero estaba muy equivocada. Celeste no respondía al tratamiento, así que los médicos probaron cosas nuevas pero nada funcionaba. Ellos hablaron conmigo, me dijeron que lo sentían pero que a Celeste le quedaba poco tiempo.

Una mañana, Celeste amaneció con más energía de lo habitual porque últimamente estaba tan agotada que casi ni hablaba. Me dijo que había soñado con su padre, que la estaba esperando en un sitio muy bonito donde siempre había sol y no existía el dolor. Esa tarde Celeste murió.

A partir de ese momento todo fue negro, no era capaz de llorar porque era como un ''zombie''. Una tarde, Marina entró en mi habitación, se abrazó a mí y ambas rompimos a llorar. No podíamos parar, éramos ríos de lágrimas, pero todos los ríos desembocan en el mar y así llegamos finalmente a un mar de calma. Empezaba una vida nueva para nosotras; nunca podríamos olvidar a Celeste y a Pedro, pero la vida seguía.

                                                                                               Jimena González Díaz, 1º ESO A

Prof. Noemí González

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